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No sabemos si sea tu caso, pero quizá últimamente podrás haberte sentido un tanto desplazado por una que otra inteligencia artificial latosa. Y es que están en todos lados, a veces incluso sin darnos cuenta. Como ejemplo podemos mencionar a nuestras Alexas (nombre familiar que se ha acuñado para todos los dispositivos Echo de la empresa Amazon) o Siris (el asistente de Apple) los cuales están con nosotros en todo momento, incluso cuando dormimos (literal).
Y eso que son inteligencias artificiales (de aquí en adelante IA o AI -por sus siglas en inglés-) que únicamente reaccionan a las solicitudes específicas que les hacemos y de una manera relativamente manejable, ni qué decir de IAs más participativas como ChatGPT (de la empresa Open AI) o su hermano Bing AI (de Microsoft) que, como seguramente habrás escuchado ya, son dos ejemplos de lo que nos depara el futuro al complementar nuestra inteligencia natural con la artificial que continúa desarrollándose en este preciso momento en que nos lees.
Sin el afán de ser fatalistas, y tomando en cuenta la relevancia de las aplicaciones y empresas especializadas en IA, podríamos pensar que nos encontramos inmersos en una nueva “revolución industrial” o “revolución computacional” que nos está llevando a descubrimientos, aplicaciones, usos y en general una disrupción en la forma en cómo hacemos las cosas hasta hoy (¿Recuerdas cuando hace algunas décadas en muchas empresas se “presumía” que varios de sus procesos eran “realizados por computadora”).
Como advierte el periodista ganador del premio Pulitzer, Andrés Oppenheimer en su afamado libro ¡Sálvese quien pueda!, a contadores, abogados, médicos, comunicadores y un largo etc. quienes hoy sentimos que tenemos un trabajo estable: “tiemblen o prepárense”, en referencia a este “terremoto” que ya nos alcanzó llamado IA.
Pero espera, antes de que te deprimas, todo parece apuntar a que, al menos en el mediano plazo, nuestra inteligencia natural se complementará cada vez de manera más amplia con la artificial para hacer más y mejores cosas, el secreto está entonces en “prepararse” o “adaptarse rápido” a los cambios que ya tenemos encima.
El concepto de IA no es nuevo, de hecho data de los años 50’s y se utilizó para describir cómo los científicos de aquella época exploraban formas de solucionar problemas a través de las computadoras. En su definición más simple, la inteligencia artificial es la ciencia de entrenar a las máquinas para desarrollar tareas humanas. Existen varios tipos de IA:
- Sistema experto: IA que busca emular a un especialista humano en una determinada materia.
- Aprendizaje automático (Machine Learning): capacidad que tiene una IA, un software o un robot para aprender por su cuenta. Puede ser supervisado o no supervisado, en el primero un (a) human@ le dice a la IA lo que está bien o mal, en el segundo, es la propia IA la que decide si algo está bien o mal en función de reglas prediseñadas.
- Redes neuronales: sirven para copiar el comportamiento de las neuronas, reciben datos de entrada, los procesan a través de operaciones matemáticas y generan un resultado.
- Aprendizaje profundo (Deep Learning): IA que usa redes neuronales para aprender de “capas de información” abstractas y procesar de forma más cercana a como lo hacemos los humanos.
Podemos decir que la IA sirve para combinar grandes cantidades de datos con procesamiento rápido, interactivo y algoritmos inteligentes, permitiendo que el software que utilicemos aprenda automáticamente de patrones o características en los datos. Si llevamos esta herramienta al ámbito de los negocios, el resultado será que las empresas puedan utilizar más y mejores aplicaciones de análisis que les ayuden a generar mayores utilidades con costos accesibles.
Desde luego la pregunta inmediata es, ¿Cómo le hacemos para aprovechar los avances en este campo?, la respuesta podría darse en dos vertientes: llevar a cabo desarrollos propios o bien utilizar los servicios y aplicaciones que ya tienen las empresas especializadas, a continuación algunos ejemplos:

Como podrás imaginar, las aplicaciones de la IA son prácticamente infinitas y su consolidación dependerá de cómo se usen en la vida cotidiana. Una cosa es segura, veremos una avalancha de desarrollos nuevos muy seguido, después de todo, la curiosidad e investigación es propia de quienes poseemos inteligencia natural, y conste que no estamos hablando de ser genios, solo por el hecho de ser humanos la tenemos y qué mejor que poderla complementar con una artificial, ¿No crees?
Esto es todo por ahora, nos leemos a la próxima y que todo siga perfecto.
Este post es educativo y no una sugerencia de inversión.